... que llenan sus hojas de caracteres ajenos. Esos citadores... nosotros citadores. Otros citaristas.
Estos citadores sienten que esos caracteres son parte de uno. No sé si serán parte de uno, pero sí puedo decirles que esas citas dicen mucho del citador. Y leyendo las citas compartidas, otros pueden saber sobre el citador y el citarista que le da música.
Cuando el citador comparte, por ejemplo, citas de amor, existen un par de posibilidades: Aquella en la que las citas son alegres y vienen acompañadas de una sonrisa, donde probablemente ese citador esté enamorado de alguna afortunada persona; y aquellas citas de amor, generalmente no correspondido o desvanecido, que están acompañadas de caras de tristeza o pena o alguna pequeña lágrima, por las cuales sabremos que ese citador cita por dolor, por ausencia, por extrañamiento. También están esas citas de amor que se centran en la búsqueda del mismo, perdido en algún bosque o desierto o el fondo del mar. Estas nos dicen que el citador está listo para amar.
Esos caracteres ajenos dicen tanto de uno. Cada citador se identifica con cada palabra citada por su corazón citador. Todos esos caracteres hablando de uno harán una colección con precisa y preciosa identidad. Citas ajenas y personales. Se las colecciona por gusto, por dolor, por amor, por pasión, por tristeza o por alegría.
Lo importante es el camino por el cual llegamos a ellas, las recolectamos maduras y las acomodamos en nuestra colección.