viernes, 28 de febrero de 2014

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Alzando apenas la cabeza Pola veía el almanaque del PTT, una vaca rosa en un campo verde con un fondo de montañas violetas bajo un cielo azul, jueves 1, viernes 2, sábado 3, domingo 4, lunes 5, martes 6, Saint Mamert, Sainte Solange, Saint Achille, Saint Servais, Sait Boniface, lever 4 h.12, coucher 19 h.23, lever 4 h.10, coucher 19 h.24, lever coucher, lever coucher, levercoucher, coucher, coucher, coucher.
Pegando la cara al hombro de Oliveira besó una piel transpirada, tabaco y sueño. Con una mano lejanísima y libre le acariciaba el vientre, iba y venía por los muslos, jugaba con el vello, enredaba los dedos y tiraba un poco, suavemente, para que Horacio se enojara y la mordiera jugando. En la escalera se arrastraban unas zapatillas, Saint Ferdinand, Sainte Pétronille, Saint Fortuné, Sainte Blandine, un, deux, un, deux, derecha, izquierda, derecha, izquierda, bien, mal, bien, mal, adelante, atrás, adelante, atrás. Una mano andaba por su espalda, bajaba lentamente, jugando a la araña, un dedo, otro, otro, Saint Fortuné, Sainte Blandine, un dedo aquí, otro más allá, otro encima, otro debajo. La caricia la penetraba despacio, desde otro plano. La hora del lujo, del surplus, morderse despacio, buscar el contacto con delicadeza de exploración, con titubeos fingidos, apoyar la punta de la lengua contra una piel, clavar lentamente una uña, murmurar, coucher 19 h.24, Saint Ferdinand. Pola levantó un poco la cabeza y miró a Horacio que tenía los ojos cerrados. Se preguntó si también haría eso con su amiga, la madre del chico. A él no le gustaba hablar de la otra, exigía como un respeto al no referirse más que obligadamente a ella. Cuando se lo preguntó, abriéndole un ojo con dos dedos y besándolo rabiosa en la boca que se negaba a contestar, lo único consolador a esa hora era el silencio, quedarse así uno contra otro, oyéndose respirar, viajando de cuando en cuando con un pie o una mano hasta el otro cuerpo, emprendiendo blandos itinerarios sin consecuencias, restos de caricias perdidas en la cama, en el aire, espectros de besos, menudas larvas de perfumes o de costumbre. No, no le gustaba hacer eso con su amiga, solamente Pola podía comprender, plegarse tan bien a sus caprichos. Tan a la medida que era extraordinario. Hasta cuando gemía, porque en un momento había gemido, había querido librarse pero ya era demasiado tarde, el lazo estaba cerrado y su rebelión no había servido más que para ahondar el goce y el dolor, el doble malentendido que tenían que superar porque era falso, no podía ser que en un abrazo, a menos que sí, a menos que tuviera que ser así.
De Rayuela. Mi lectura (inconclusa aún) de verano.
Enloquecedora Rayuela. Qué cabeza la de Cortázar.

jueves, 27 de febrero de 2014

Sin Sentido de noche de verano

Dije que iba a escribir más
Espera de libros
Entre paredes
Esperaba hablar
Y lo dibujo
Ando necesitando a alguien
Culpa al estudio
Quería salir más
Verano sin miradas
El teléfono calla
En medio de la nada
Me pasa todo el tiempo
Fotos no tomadas
Deseos de cosas imposibles
Fría noche de verano
Aquí mismo
Sólo pasos en la noche.

domingo, 2 de febrero de 2014

Historia de una Moneda

Algunos pocos saben que soy un aficionado de la numismática, al más bajo nivel, pero aficionado en fin. Dicho de otro modo, me gusta guardar monedas especiales, guardar monedas y billetes viejos y etc. Monedas de Italia, Brasil, Cuba, USA, Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia y muchas argentinas.
Pero existe una moneda, en una cajita de edición limitada de sacacorcho y cuentagotas de Latitud 33º. Una entre varias monedas especiales y estampillas conmemorativas de Eva Perón. En esa cajita, esa moneda resalta entre las especiales. Entre esas monedas sobresale por la incógnita. ¿Cómo llegó una moneda australiana de 20c de 1998 al patio de mi casa?
Esta moneda la encontré en mi casa. Ella estaba entre troncos de leña en el fondo. Al principio estaba toda sucia y no se reconocía de qué moneda se trataba. Pero la lavé y mi sonrisa debe haber cruzado toda mi cara como casi nunca. De un lado la reina Elizabeth II y del otro, aunque tardé en reconocerlo, un hermoso ornitorrinco. ¡Sí, un ornitorrinco en una moneda!
La duda que despierta es cómo llegó allí, si de mi familia nadie estuvo en Australia (a pesar que tenemos cierta quasi-historia con la tierra de los canguros), ni los vecinos ni nadie conocido que haya visitado la casa. Tratar de reconstruir el camino que hizo esa moneda es jugar a las adivinanzas con cientos de hipótesis, que podrían incluir una serie de eventos desafortunados, generación espontánea, hasta viajeros en el tiempo, etc.
Una de las hipótesis alternativas que más sostengo es que la moneda llegó con la leña luego de un juego de pases de manos. Tal vez un leñador tenía esa moneda regalada por alguien conocido y la perdió entre el cargamento. Tal vez era de su padre, de su madre, de su hermana o hermano, o de un amor perdido. Quién sabe la historia de novela que recelosamente oculta.