miércoles, 21 de enero de 2015

Bocanada de aire

(Dramatismo mode ON) Casi que no escribo nunca más... que no cuento más el cuento... (Ok, no)

La noche del sábado estaba en el patio, con uno de los pequeños a upa. Mi papá en la parrilla, el pequeño mayor dando vueltas, y mamá, dos hermanas y las pequeñas adentro de casa. 
Había estado comiendo galletitas con manteca (un detalle que en parte es importante). 
Estaba afuera, como dije, y una miga desgraciada se atravesó en mi garganta, y provocó que me ahogue. Pero no era que tenía algo en la garganta, sino que se me cerró... no podía respirar por más esfuerzo que hiciera. Sentía que no se me abría la glotis. No entraba ni salía aire. ¡NO PODÍA GRITAR!
Trataba de toser, para ver si se abría mi garganta... nada. 
Dejé al nene en el piso y fui acercándome hasta la puerta, mientras trataba de toser. Nada.
Veía a mi hermana en el comedor, a unos pocos pasos.
Me frené y empecé a aplaudir. ¡Fuerte!¡No podía respirar!¡Ni hablar o gritar! 
Mis hermanas me miraron y no entendieron al principio. Después vinieron corriendo al verme hacer señas. Una me palmeó fuerte un par de veces y luego me agarró y empezó a hacerme la maniobra de Heimlich (o algo similar a la maniobra, digamos). También sentí una palmada de mi papá.
Me desahogaron... Aire.

Fueron como unos 15 segundos... horribles segundos.
Como diría Burro, "¡¡Jue horrible!!¡¡Jue horrible!!"

viernes, 2 de enero de 2015

Esta tarde

Hoy me subí al colectivo. 
Pagué mi boleto.
Me senté.
En la fila de asientos solitarios.
Miré el número del boleto.

Calculé la diferencia al capicúa más cercano.
Saqué un libro y me puse a leer.
Nuevas viejas letras rusas, con acento a Gógol.
Cada tanto subía la mirada y calculaba mi ubicación.
Viaje largo, como nunca.
Marqué la página.
Con una tarjeta de Editorial Común.
Acercándose el destino, cerré el libro.
Calculé las cuadras.
Me bajé.
Me perdí.
Y me sentí muy Akakiy Akakievich.