Como siempre, Enriqueta tiene razón, la mejor mentira es la literatura.
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viernes, 17 de julio de 2015
viernes, 28 de febrero de 2014
101
Alzando apenas la cabeza Pola veía el almanaque del PTT, una vaca rosa en un campo verde con un fondo de montañas violetas bajo un cielo azul, jueves 1, viernes 2, sábado 3, domingo 4, lunes 5, martes 6, Saint Mamert, Sainte Solange, Saint Achille, Saint Servais, Sait Boniface, lever 4 h.12, coucher 19 h.23, lever 4 h.10, coucher 19 h.24, lever coucher, lever coucher, levercoucher, coucher, coucher, coucher.
Pegando la cara al hombro de Oliveira besó una piel transpirada, tabaco y sueño. Con una mano lejanísima y libre le acariciaba el vientre, iba y venía por los muslos, jugaba con el vello, enredaba los dedos y tiraba un poco, suavemente, para que Horacio se enojara y la mordiera jugando. En la escalera se arrastraban unas zapatillas, Saint Ferdinand, Sainte Pétronille, Saint Fortuné, Sainte Blandine, un, deux, un, deux, derecha, izquierda, derecha, izquierda, bien, mal, bien, mal, adelante, atrás, adelante, atrás. Una mano andaba por su espalda, bajaba lentamente, jugando a la araña, un dedo, otro, otro, Saint Fortuné, Sainte Blandine, un dedo aquí, otro más allá, otro encima, otro debajo. La caricia la penetraba despacio, desde otro plano. La hora del lujo, del surplus, morderse despacio, buscar el contacto con delicadeza de exploración, con titubeos fingidos, apoyar la punta de la lengua contra una piel, clavar lentamente una uña, murmurar, coucher 19 h.24, Saint Ferdinand. Pola levantó un poco la cabeza y miró a Horacio que tenía los ojos cerrados. Se preguntó si también haría eso con su amiga, la madre del chico. A él no le gustaba hablar de la otra, exigía como un respeto al no referirse más que obligadamente a ella. Cuando se lo preguntó, abriéndole un ojo con dos dedos y besándolo rabiosa en la boca que se negaba a contestar, lo único consolador a esa hora era el silencio, quedarse así uno contra otro, oyéndose respirar, viajando de cuando en cuando con un pie o una mano hasta el otro cuerpo, emprendiendo blandos itinerarios sin consecuencias, restos de caricias perdidas en la cama, en el aire, espectros de besos, menudas larvas de perfumes o de costumbre. No, no le gustaba hacer eso con su amiga, solamente Pola podía comprender, plegarse tan bien a sus caprichos. Tan a la medida que era extraordinario. Hasta cuando gemía, porque en un momento había gemido, había querido librarse pero ya era demasiado tarde, el lazo estaba cerrado y su rebelión no había servido más que para ahondar el goce y el dolor, el doble malentendido que tenían que superar porque era falso, no podía ser que en un abrazo, a menos que sí, a menos que tuviera que ser así.
De Rayuela. Mi lectura (inconclusa aún) de verano.
Enloquecedora Rayuela. Qué cabeza la de Cortázar.
Enloquecedora Rayuela. Qué cabeza la de Cortázar.
martes, 14 de enero de 2014
Ausencia de Amor
Cómo será pregunto.
Cómo será tocarte a mi costado.
Ando de loco por el aire
que ando que no ando.
Cómo será acostarme
en tu país de pechos tan lejano.
Ando de pobre cristo a tu recuerdo
clavado, reclavado.
Será ya como sea.
Tal vez me estalle el cuerpo todo lo que he esperado.
Me comerás entonces dulcemente
pedazo por pedazo.
Seré lo que debiera.
Tu pie. Tu mano.
sábado, 30 de junio de 2012
De citas y citadores...
... que llenan sus hojas de caracteres ajenos. Esos citadores... nosotros citadores. Otros citaristas.
Estos citadores sienten que esos caracteres son parte de uno. No sé si serán parte de uno, pero sí puedo decirles que esas citas dicen mucho del citador. Y leyendo las citas compartidas, otros pueden saber sobre el citador y el citarista que le da música.
Cuando el citador comparte, por ejemplo, citas de amor, existen un par de posibilidades: Aquella en la que las citas son alegres y vienen acompañadas de una sonrisa, donde probablemente ese citador esté enamorado de alguna afortunada persona; y aquellas citas de amor, generalmente no correspondido o desvanecido, que están acompañadas de caras de tristeza o pena o alguna pequeña lágrima, por las cuales sabremos que ese citador cita por dolor, por ausencia, por extrañamiento. También están esas citas de amor que se centran en la búsqueda del mismo, perdido en algún bosque o desierto o el fondo del mar. Estas nos dicen que el citador está listo para amar.
Esos caracteres ajenos dicen tanto de uno. Cada citador se identifica con cada palabra citada por su corazón citador. Todos esos caracteres hablando de uno harán una colección con precisa y preciosa identidad. Citas ajenas y personales. Se las colecciona por gusto, por dolor, por amor, por pasión, por tristeza o por alegría.
Lo importante es el camino por el cual llegamos a ellas, las recolectamos maduras y las acomodamos en nuestra colección.
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